Influencia sobre las bases del futuro: ¿lo estamos haciendo bien?


En los artículos anteriores, he incidido en la importancia de ser positivos, de saber comunicarnos, de gestionar nuestras actitudes, de tener habilidad para resolver los conflictos que surjan a nuestro alrededor, de tener objetivos que encaucen nuestra vida…pero si realmente nos paramos a pensar, la gran parte (por no decir todas) de las habilidades mencionadas, se comienzan a desarrollar desde el mismo momento de nuestro nacimiento, cuando emprendemos nuestros primeros pasos camino de la socialización.

Según esto, el rol que ejercemos los adultos sobre los más pequeños, adquiere una importancia tal que va a determinar en gran medida el desarrollo afectivo y cognitivo de los más vulnerables de nuestra sociedad: los niños, quienes después serán los motores de este mundo en el que vivimos.

Por tanto, resulta de vital importancia que la influencia que ejercemos sobre ellos, sea lo más adecuada posible para evitar la aparición de conductas desadaptativas en la adolescencia y la adultez. Pero ¿por qué sucede esto?. Los seres humanos nos desarrollamos gracias a la interacción de nuestro organismo (genética) con el ambiente (contexto) en el que nos desenvolvemos. Y es en éste último donde entramos los mayores, pues como bien expone Bandura, los niños aprenden gracias a la observación  por el denominado “Aprendizaje Vicario”. En un primer momento evolutivo, ellos adquieren sus propias habilidades y hábitos gracias a la imitación de las personas que están en su entorno inmediato, los padres o cuidadores, ampliando el campo de influencia conformen van creciendo e integrándose en la sociedad a través de la escuela, el juego con los compañeros de su edad, la relación con otros adultos, etc.

Los niños nos imitan y eso les permite aprender…….¿nos hemos parado a pensar que en nuestras manos está el desarrollo de aquellos que van a formar parte de nuestra sociedad en próximos años?. Mi reflexión me lleva a pensar que no somos conscientes de la importancia de actuar correctamente, en base a normas y reglas establecidas, con actitudes adecuadas a cada situación, sabiendo comunicarnos entre nosotros y mostrando positividad ante la vida. Si no lo aprendemos desde pequeños, ¡¡cómo vamos a pretender serlo de mayores!!

Si la base de nuestro desarrollo comienza a tener déficits porque nos instruimos de adultos que viven permanentemente estresados, preocupados, tristes, sin cariño entre ellos, enfadados, agresivos con los demás, sin ambición……si los niños tienen esos perfiles como modelos a imitar……aprenderán desde pequeños a ser así y a no saber adaptarse a los vaivenes que tiene la vida.

La intención de este artículo es haceros pensar en el papel tan maravilloso que tenemos los adultos de llevar de la mano a los niños que inician el camino de la vida. Pensemos en todas aquellas actitudes que aprendimos de nuestros mayores, algunas más positivas y otras no tanto…..¿queremos que nuestros hijos y aquellos niños con los que tenemos relación, “hereden” nuestras manías, las malas formas, nuestros miedos y fobias, y todos los comportamientos que nos han dificultado las relaciones interpersonales en el día a día?.

Un último ruego. Padres, madres, abuelos, hermanos, familiares, profesores, amigos, conocidos….todos los que interactuamos día a día con los niños: analicemos nuestro comportamiento e intentemos dar lo mejor de nosotros mismos para que los más pequeños tengan un ejemplo digno al que parecerse cuando sean mayores, que en muchas ocasiones, es una pena vernos lo mal que lo estamos haciendo.

No lo olvidéis, porque como decía el psicólogo Haim Ginott "Los niños son como cemento fresco, cualquier cosa que caiga sobre ellos deja una huella".

¿Buscamos emociones positivas?


Una vez más, el tiempo se manifiesta como dueño de nuestras vidas y en un abrir y cerrar de ojos, casi sin darnos cuenta, ha marcado el final de la época estival (al menos en España), dando paso al frío y a la lluvia como indicadores de la entrada en otoño. Los días de paseos por la playa, de tardes interminables de luz y de convivencia con amigos y familiares han pasado, y ahora debemos adaptarnos al ritmo del invierno con el mismo entusiasmo y fortaleza con el que iniciamos las vacaciones.

Tras el descanso veraniego, retomo mis artículos mensuales queriéndoos aportar al menos, una pizca de positividad que nos ayude a todos a afrontar la rutina con mayor bienestar y felicidad, que en definitiva, debe ser nuestro objetivo final en la vida.

Durante estos meses, he profundizado en el estudio de la Psicología Positiva y en los resultados que el desarrollo de emociones positivas tiene sobre el ser humano, que a grandes rasgos, nos van a permitir ampliar nuestros recursos intelectuales, físicos y sociales, los van a hacer más duraderos y van a aumentar nuestro capital psicológico (optimismo, resiliencia, esperanza y autoeficacia) al que podemos recurrir cuando nos enfrentemos a una amenaza o una oportunidad. Por tanto, ¿se dan cuenta de la importancia de experimentar emociones positivas?, ¿en su día a día llevan a cabo actividades o actitudes que se las generen?.

Tradicionalmente, nos han enseñado a manifestar las emociones negativas (miedo, tristeza, ira, ansiedad, etc.) que amenazan nuestro equilibrio, restándole importancia a la base de la vida del ser humano: el bienestar. Por ello, es importante conocerlas, para lo cual vamos a seguir la clasificación que el mismo Seligman (pionero en su estudio) considera:

- Emociones positivas que genera el pasado, como la satisfacción, la complacencia, la realización personal, el orgullo, la serenidad, la gratitud, etc., las cuáles están determinadas por los pensamientos que tenemos acerca de aquello que hemos vivido.

- Emociones positivas relacionadas con el presente, que se centran en el momento actual, destacándose la alegría, el éxtasis, la tranquilidad, el entusiasmo, la euforia, el placer y la fluidez.

- Emociones positivas respecto al futuro, que surgen a partir de pensamientos que tenemos acerca de lo que está por venir, como el optimismo, la esperanza, la fe y la confianza.

Una vez conocidas las emociones positivas, os invito a reflexionar sobre cada una de ellas, su existencia o no en nosotros y los beneficios que nos generan….

En conclusión, intentemos ser positivos en nuestras vidas, contagiemos a la gente de nuestra alegría, de nuestro optimismo porque cada día sea un poco mejor, de la confianza de lograr éxitos, del orgullo de haber conseguido metas, de la satisfacción de haber vivido mil tipos de situaciones distintas, de la gratitud de los que nos tienden su mano, del placer de disfrutar de las pequeñas cosas, y de la esperanza de envejecer en el amor con uno mismo y con los que nos rodean. Estoy segura que de esta forma alcanzaremos mayores cotas de bienestar.

Espero que hayáis disfrutado de un buen verano. Hagamos el esfuerzo de ser más positivos y recordad: “Sonreíd siempre, pues nunca sabéis a quien podéis alegrar con vuestra sonrisa”. 

Gestionar las Actitudes como clave de la Felicidad


En algunas ocasiones, me he preguntado acerca de la necesidad de gestionar mejor nuestras actitudes como medio de ser más positivos en el trabajo, para superar las dificultades, para mejorar las relaciones con los que nos rodean (jefes, compañeros, amigos, pareja, hijos, etc.)…en definitiva, para ser más felices y disfrutar más de la vida.

Y es que si analizamos bien la situación en la que nos encontramos, las actitudes que manifestemos son nuestro principal activo, es decir, es lo que nos va a diferenciar unos de otros, pues las ganas de aportar, de luchar, de crecer y de mejorar son únicas en cada individuo. No quiere decir que los conocimientos y habilidades no tengan importancia, pero éstos por sí solos no son suficientes, de modo que requieren de comportamientos  adecuados para cada momento y circunstancia. Y esto resulta fundamental en el día a día, no sólo en el terrero laboral, sino en lo personal.

Pero, ¿podemos modificar las actitudes?, ¿dónde tenemos que incidir?. Mª Jesús Moreno Domínguez expuso en la UHU que el origen de nuestras actitudes está en nuestros pensamientos y sentimientos que se alimentan mutuamente. Éstos hacen que interpretemos las situaciones de manera negativa o positiva, de forma que nuestras percepciones de la realidad y nuestras expectativas siempre vienen determinadas por lo que pensamos y sentimos. Finalmente, es ésta interpretación la que determina la actitud que tenemos y condiciona nuestro comportamiento.


Según esto, si echamos la vista atrás, seguro que nos acordamos de alguna situación en la que hemos hecho de “un grano una montaña” sólo por alimentar nuestros pensamientos y sentimientos, lo cual nos ha llevado a una interpretación negativa de la realidad y a una percepción de peligro, miedo, alerta, etc. que ha desembocado en un comportamiento no acorde.


Por tanto, es el momento de comenzar a gestionar mejor nuestras actitudes, porque de esa forma seremos más felices. Las claves están en:

-          La Automotivación: se refiere a la motivación interna de cada uno de nosotros, la cual depende de nuestra autoestima. Debemos procurar que sea alta, lo cual se consigue minimizando el espacio entre cómo nos vemos (autoimagen) y cómo nos gustaría ser (autoideal). Una clave para esto es marcarse objetivos tanto profesionales como personales claros, específicos y alcanzables.

-          La Responsabilidad: es la habilidad de responder adecuadamente en cada situación, controlando las reacciones y los estados de ánimo ante las circunstancias que nos rodeen. Una clave es centrarnos en las cosas que podemos controlar, sobre las que podemos influir, para poder seguir avanzando. Lo incontrolable tendremos que aceptarlo y aprender a convivir con ello.

-          La Gestión de las Emociones: comprender, aceptar y entender nuestras emociones y la de los demás. Debemos resolver los problemas desde la positividad, extrayendo aquello que nos sirva para aprender y no cayendo sólo en lo negativo.

-          La Comunicación interpersonal: debemos desarrollar la escucha activa, la cual se puede conseguir mostrando empatía, parafraseando, emitiendo palabras de refuerzo, resumiendo, etc. Como consejo: lenguaje positivo (cambiar palabras como problema, inconveniente…por oportunidad, ocasión).

Con estas pequeñas recetas aprenderemos a gestionar nuestras actitudes, lo cual nos conducirá a la felicidad, objetivo primordial de nuestras vidas.

Y para terminar, sólo recordad: “Las personas más felices no son las que tienen menos problemas, sino las que saben afrontarlos y convivir con ellos”.

Mirada positiva ante la crisis


Es una pena que la situación del país en el que vivimos nos haya llevado a convivir con la palabra Crisis como si de uno más de nuestra familia se tratara. Se ha convertido en algo completamente habitual el que escuchemos hablar de sus tremendas repercusiones negativas y de todo el daño que está generando en miles de españoles a diario. Pero ¿ninguno de nosotros nos hemos planteado si de esta situación se puede sacar algo bueno?.

El Profesor D. Carmelo Vázquez en su plenaria durante el I Congreso Nacional de Psicología Positiva, nos expuso su visión sobre cómo esta rama de la Psicología se relaciona con las experiencias adversas, tales como la crisis que estamos atravesando desde hace varios años.

A partir de diversas investigaciones llevadas a cabo por el equipo del Profesor y otros colegas, se ha demostrado que de toda crisis o situación traumática siempre emerge algo nuevo. La IIGM, el atentado de las Torres Gemelas, el traumático 11M, los pacientes de infarto de miocardio, etc. en todas estas experiencias, sus protagonistas afirman haber sentido ciertas emociones positivas que le han hecho valorar en mayor medida algunas facetas que antes pasaban desapercibidas o menospreciadas en sus vidas. Es cierto que en función de la persona en cuestión, este tipo de situaciones se afrontan de una forma u otra, padeciendo o no las consecuencias del Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT),  puesto que los niveles de resiliencia (capacidad de afrontar sostenidamente condiciones adversas o arriesgadas) y otras características determinarán el grado de repercusión del mismo.

De cualquier forma, lo que sí es evidente es que a pesar de sufrir los efectos del trauma, las personas experimentan emociones positivas tales como cambios en su autopercepción (orgullo, seguridad, serenidad, fortaleza, etc.), cambios interpersonales (confianza en los demás, agradecimiento, activación, etc.) y cambios en la filosofía de vida, que les llevan a modificar hábitos y a valorar otras facetas (vidas más saludables, menos ritmo de trabajo, más consideración por la familia, el ocio, las relaciones sociales, etc.).

Por tanto, no podemos obviar que las emociones positivas coexisten con las emociones negativas (es decir, podemos sentir ira, miedo y felicidad al mismo tiempo) y que cuando nos enfrentamos ante situaciones traumáticas como las enfermedades, despidos, crisis económicas, problemas familiares, etc. tan habituales actualmente, vamos a crecer, vamos a cambiar y a reaccionar, y nuestra vida se va a transformar en determinados ámbitos.

Desde la Psicología Positiva se alienta a las personas a que sean “Muy Felices”, lo cual puede parecer utópico en estas circunstancias, pero debemos trabajar día a día por conseguirlo, puesto que si luchamos constantemente por buscar nuestra propia felicidad y la de los que están a nuestro alrededor, seremos capaces de afrontar la adversidad como un reto (y no como una carga) y desarrollaremos la habilidad de extraer siempre algo positivo de todas aquellas situaciones negativas que nos acontezcan. Estas dos son las claves que nos diferencian de “ser felices” simplemente y que nos permitirán crecer y transformarnos ante lo negativo.

No olvidéis que la vida es como un sendero que tenemos que recorrer, en el que acaecen todo tipo de situaciones y que el saber afrontarlas y sacar lo positivo de cada una de ellas, nos permitirá seguir avanzando, creciendo, reaccionando ante nuestra forma de vivir, sentir y comportarnos con nosotros mismos y con los que nos rodean.

Estoy segura que de esta dichosa crisis, muchos serán capaces de salir reforzados y de vivir el día a día derrochando emociones positivas que contagien a los demás.

¿Sabemos convivir con los conflictos?

Si miramos a nuestro alrededor, podremos percibir que vivimos en un entorno cada vez más hostil y cargado de tensiones y confrontaciones. Es una pena que conflictos de todo tipo en las familias, los colegios, el trabajo, entre los políticos, los amigos e incluso en los niños, aparezcan y lo peor, se mantengan por periodos extensos. Es evidente por tanto, que las discrepancias son parte de nuestro convivir y lo más sano para cada uno de nosotros a nivel tanto físico como psicológico, es que sepamos gestionar los conflictos que surjan a nuestro alrededor y evitar así consecuencias mayores.

Pero, ¿nos enseñan?, ¿alguien nos ha explicado qué debemos hacer cuando nos vemos inmerso en uno de ellos?. Lo ideal sería que desde pequeños recibiéramos algunas nociones al respecto, pero lo único que hemos escuchado siempre de boca de nuestros padres es “evítalos”, sin marcarnos pautas concretas de actuación, las cuáles vamos adquiriendo a lo largo de nuestra experiencia vital tras haber sufrido sus nefastas repercusiones.

Por ello, y como base de toda discrepancia, es fundamental que analicemos sus tres componentes: las Personas que están implicadas (considerando sus emociones); el Proceso del conflicto, es decir, el momento en el que se encuentra, distinguiéndose entre la escalada (primera fase donde poco a poco se va acrecentando), el estancamiento (nivel máximo) y la desescalada (disminución); y el Problema en sí o los asuntos que lo han generado, debiendo distinguir entre las necesidades y los intereses de los involucrados.

Una vez que tenemos localizadas a las personas protagonistas del conflicto, el por qué de su existencia y los intereses, así como la historia de evolución del mismo, debemos hacer una autocrítica de nuestras emociones y de la posición que tenemos, es decir, de nuestro propio comportamiento y actitud. Si somos rígidos en nuestra postura y no mostramos cierta cooperación, será imposible gestionar el problema. Es imprescindible que seamos flexibles para escuchar las propuestas de la otra parte y que consideremos sus necesidades.

Considerando los estilos de gestión de los conflictos propuestos por Van de Vliert y Euwema (1994), no se puede destacar aquel que sea más conveniente porque las circunstancias de cada situación, que son la interdependencia entre los protagonistas (si hay objetivos comunes que los unan), el nivel de tensión (alta, media o baja) y el tipo de conflicto (orientado hacia la tarea o hacia las relaciones, siendo éstos últimos mucho más negativos), van a determinar un contexto específico en el que emplear un estilo u otro. La Evitación, el Servilismo, el Compromiso, la Dominación y la Integración, constituyen ese abanico de comportamiento que debemos usar según las circunstancias de forma flexible y racional para gestionar aquellos conflictos en los que podamos vernos inmersos:

-          Evitación: cuando el No acuerdo inmediato es menos costoso que el acuerdo.
-          Servilismo: ayuda a salvar la imagen del adversario y surgen problemas morales o de equidad.
-          Compromiso: las partes tienen un poder semejante y la negociación implica “repartir lo que hay” sin añadir más.
-          Dominación: se requiere una decisión rápida o los adversarios tienen dificultades para tomar decisiones o llegar a acuerdos por falta de preparación.
-          Integración: es necesaria la implicación de todas las partes en el acuerdo final, son temas complejos e importantes para todos y se negocia añadiendo más aspectos a repartir entre todos.

Con estas nociones sólo pretendo haceros reflexionar acerca de nuestro comportamiento en situaciones conflictivas con las que desgraciadamente nos encontramos a diario, pues como dice Werner Braun “El hombre no será sabio hasta que resuelva toda clase de conflictos con las armas de la mente y no con las físicas”.






¿Usamos el sombrero azul?

Muchos de vosotros podéis pensar que esta pregunta no tiene mucho sentido en un blog dedicado a cuestiones de Psicología como éste. Pero cuando comprendí lo novedoso y útil de esta técnica, creí conveniente compartirlo con todos los lectores por su pertinencia en diversas situaciones de nuestras vidas.

¿Cuántas veces no somos capaces de analizar lo que sucede a nuestro alrededor desde otro punto de vista y nos aferramos a nuestras posturas de forma consistente?. Esta misma cuestión fue la que llevó a Edward de Bono a crear la técnica “6 Sombreros para Pensar” como una herramienta o metodología para discusiones y toma de decisiones en grupo y de forma individual.

Este psicólogo pretende hacernos ver la importancia de analizar las situaciones de forma global, empleando diversas formas de “pensar” que nos permitan tener una visión holística y no parcial de lo que nos sucede. Para ello, ha creado seis tipos de sombreros de colores que deberemos ir usando según las circunstancias:

- Sombrero Blanco: pensamos de forma objetiva y neutral, basándonos en datos y hechos concretos.
 
- Sombrero Rojo: lo llevamos puesto cuando afloran nuestras emociones y sentimientos.

- Sombrero Negro: lo empleamos cuando damos nuestra propia opinión basada en aspectos negativos.

- Sombrero Amarillo: nos permite mostrar los aspectos positivos desde nuestro punto de vista.

- Sombrero Verde: lo usamos cuando somos capaces de plantear alternativas y nuevas opciones de forma creativa ante una situación.

- Sombrero Azul: es el más importante porque nos permite cambiarnos de sombrero para no “estancarnos” en uno concreto. Da la orden del cambio de punto de vista.

De Bono aconseja el uso de todos los sombreros cuando tenemos que tomar una decisión o enfrentarnos a una situación concreta. Si sólo empleamos uno de ellos, estaremos perdiendo otros puntos de vista que pueden ser muy interesantes y aportarnos aspectos relevantes a considerar en la toma de decisiones.

Si solo nos basamos en nuestras emociones, en los aspectos negativos o sólo en los positivos, nos estaremos cerrando la oportunidad a nuevas alternativas que nos hagan cambiar nuestra visión de las cosas.

Por tanto, hagamos el esfuerzo de usar más a menudo el sombrero azul para cambiarnos el color del sombrero que llevemos puesto y abrir nuestro pensamiento ante las circunstancias que nos rodean, porque así seremos capaces de analizar todo aquello que nos ocurra de forma global y no nos encerraremos en nuestras posturas.

"El gran negocio de la vida es pensar. Domine sus pensamientos y dominará sus circunstancias"  Adolfo Torres

¿Pensamos en cómo nos comunicamos?


Es evidente que los seres humanos somos seres sociales, lo cual implica la interacción continua con todos aquellos que nos rodean en nuestro entorno. Y es en esa constante relación donde la comunicación adquiere un papel fundamental, puesto que es la herramienta a través de la cual intercambiamos información. Por tanto, nuestra forma de comunicarnos es un factor que incide tanto en nosotros mismos como en nuestros receptores, repercutiendo por tanto en nuestra calidad de vida.

Al contrario de lo que muchos piensan, la comunicación no sólo se reduce a las palabras sino que a su vez, las personas somos capaces de comunicarnos mediante gestos, posturas corporales, la mirada, el tono, los silencios…es decir, la comunicación engloba al llamado componente verbal (palabras habladas y escritas), el componente no verbal (posturas, distancias, gestos, miradas) y el componente paralingüístico (silencios, tono, ritmo).

Pero ¿nos hemos planteado alguna vez cómo nos comunicamos?. Piensen en la de veces que cuando alguien nos está relatando alguna historia, apenas le hemos estado prestando atención o le hemos interrumpido con asuntos personales o incluso hemos estado pendientes de otras cosas…¿cómo se habrá sentido nuestro interlocutor?; y si hubiera sucedido la situación contraria, ¿cómo nos hubiéramos sentido nosotros?.

La importancia del proceso comunicativo y las técnicas con las que mejorarlo, constituyeron el objeto del primer módulo de Habilidades Directivas de la Universidad de Huelva, en el que Dña. Marisa Oviedo nos hizo reflexionar acerca de la importancia de comunicarnos correctamente siendo asertivos, es decir, siendo capaces de manifestarnos como somos, diciendo lo que pensamos y sentimos sin provocar en la otra persona conductas agresivas, de rechazo o huida. A priori parece sencillo, pero lo cierto es que en muchas ocasiones nuestro estilo comunicativo deriva hacia la pasividad o la agresividad, generando en nuestros receptores emociones y sentimientos negativos.

Debido a su importancia, se presentan a continuación una serie de técnicas propuestas por la ponente que nos permitirán desarrollarla:

- Disco Rayado: repetir insistentemente nuestro deseo razonable sin distraernos ni desviarnos, evitando las manipulaciones y manteniendo un tono de voz y compostura adecuada. Piensen en los consejos de los padres…resultan ser un claro ejemplo.

- Banco de Niebla: se refiere a mantener el control cuando alguien nos provoca, de manera que “no le entremos al trapo”. Muchos conflictos se evitarían si pusiéramos en práctica esta técnica.

- Aserción Interrogativa: preguntar para clarificar una opinión o un posicionamiento negativo. Mediante el uso de preguntas, podemos incitar a la autorreflexión: ¿no crees que...?; ¿qué es lo que te hace pensar…?.

- Autorrevelación: dar a conocer algún aspecto, sentimiento u opinión de nosotros mismos nos permite acrecentar la empatía, la cercanía y la confianza con otras personas, ya que de esa forma, le demostramos que a nosotros también nos suceden cosas y sentimos emociones similares a las de ellos.
- Aceptar el error: asumir que nos equivocamos genera un sentimiento positivo en nosotros mismos y en los que nos rodean, lo cual nos satisface.

- Saber decir NO: puede resultar difícil en muchas ocasiones pero nos evitará hacer cosas que realmente no queremos y sentirnos mal con nosotros mismos.

- Diálogos interiores y visualización: es muy recomendado que antes de enfrentarnos a determinadas situaciones (tratar un problema con un amigo, hablar de un tema susceptible, acudir a una cita, etc.), nos imaginemos en ese momento y nos preparemos, para que cuando tenga que darse esa situación concreta, ya estemos dispuestos para ello (qué voy a llevar puesto, cómo voy a iniciar la conversación, qué cosas le quiero decir, qué quiero conseguir en ese encuentro, etc.).

- Manifestar los sentimientos negativos: de esa forma se evitan conflictos y el resentimiento.

- Aceptar los elogios y reconocimientos: cuando alguien nos felicita por algo debemos agradecerlo. Esto nos permitirá establecer una relación de confianza.

Resulta conveniente que seamos flexibles para adaptarnos a cualquier tipo de situación y de interlocutor. Además, no podemos olvidar que tiene que haber coherencia entre el componente verbal, el no verbal y el paralingüístico, de manera que nuestro ritmo, gestos, mirada, posturas, silencios, tono de voz, etc. sean acordes a los que estamos contando o nos estén relatando (no resulta asertivo estar sonriendo si nos están contando algo triste; o interrumpir cuando alguien se está desahogando de cuestiones personales).

Las técnicas que podemos emplear para mejorar nuestra comunicación, lo cual redunda en nuestro bienestar, son múltiples. Aquí sólo hemos expuesto algunas que son importantes y que con un poco de esfuerzo diario podemos entrenar para mejorar nuestros procesos comunicativos.

Todos tenemos al alcance de nuestra mano el hacernos la vida un poco más fácil y agradable cuando interactuemos con los demás, así que reflexionemos…

 “La capacidad de vender, de comunicarse con otro ser humano, cliente, empleado, jefe, esposa o hijo, constituye la base del éxito personal”        
Robert Kiyosaki

Ingredientes para lograr un gran reto


Los primeros pasos de una tesis doctoral constituyen el inicio de un largo camino al cual apenas se le ve su final. Inicialmente te enfrentas a temas que, como bien me dijo el Profesor de la Universidad Complutense de Madrid Don Francisco Gil, “al principio te dominarán a ti, pero llegará un momento en el que tu los domines a ellos”. En sus palabras de aliento durante las II Jornadas de Liderazgo organizadas por la Cátedra General Castaño en Sevilla en las cuáles coincidimos, él me hizo ver que la obtención del título de doctor supone un reto apasionante en el que la investigación alcanza su máxima, permitiendo lograr nuevos avances en el conocimiento de cualquier disciplina.

Cuando uno se plantea emprender este camino, le surgen dudas de todo tipo que continuamente le atormentan y perturban, haciéndonos dudar de las propias capacidades y actitudes con las que alcanzar la ansiada meta. No es algo que se obtenga a corto plazo, y quizás éste sea su gran inconveniente, puesto que desgraciadamente nuestra sociedad está acostumbrada a la obtención de los éxitos en un periodo de tiempo más bien breve, de manera que todo aquello que conlleva un cierto horizonte temporal prolongado, se “aparca” por otras cosas más inmediatas. Por tanto, el primer ingrediente que se requiere para hacer una tesis es la Paciencia, la cual no sólo resulta ser necesaria en cuestiones laborales, sino que a día de hoy especialmente, ha adquirido un importante valor en la esfera personal y psicosocial.

Pero no sólo se requiere Paciencia. Para todos aquellos proyectos que iniciamos en nuestra vida es imprescindible que perfilemos cuidadosamente el objetivo final que se pretende lograr. Por tanto, ¿para qué queremos hacer el doctorado?, ¿por ampliar mi currículum?, ¿por lograr reconocimiento académico?, ¿por interés en profundizar en algún área de conocimiento?....Estas cuestiones determinarán la calidad y la validez de nuestra investigación, pero además, el objetivo servirá de faro que ilumine el camino cuando se vuelva tenebroso y oscuro. A lo largo del sendero del doctorado, acaecen múltiples vicisitudes y contratiempos que hacen tambalear las ideas iniciales y modificar lo que inicialmente sirvió de germen del proyecto. Por ello, el segundo ingrediente imprescindible a mi parecer es tener un Objetivo concreto que sirva de motivación y de causa de nuestro trabajo hacia la satisfacción de la necesidad de obtención de la mención de doctor y que nos empuje ante las incidencias que vayan surgiendo, manteniendo nuestra conducta de forma firme y sostenible.

Pero quizás, el componente más importante en este largo caminar sea el Apoyo Social. En los años 80, Karasek lo consideraba como elemento moderador fundamental ante los efectos del estrés, el cual a grandes rasgos, aparece cuando la persona percibe que no dispone de recursos suficientes para hacer frente a las demandas que se le solicitan. Según esto, el camino de la tesis implica en ciertas ocasiones padecer los efectos de esta situación, en la que o bien por problemas que van surgiendo, por desánimos, por los plazos temporales o bien por otras circunstancias, nos vemos inmersos en periodos en los que el estrés se convierte en nuestro compañero de viaje. Y es en ese momento, donde el apoyo social tiene más fuerza y relevancia puesto que adquiere la función de “motor” que nos motiva a continuar hacia la consecución de nuestro objetivo. La familia, la pareja, los hijos, los amigos, los compañeros de profesión, todas aquellas personas que nos rodean y que se alegran ante nuestro éxitos, forman ese círculo de apoyo imprescindible. Ellos, por propia experiencia os digo, son los que  verdaderamente te incitan a seguir luchando por alcanzar los sueños, que en forma de objetivos y retos, van marcando nuestro devenir.

Según lo expuesto, no quisiera finalizar transmitiendo una visión negativa o desesperanzadora para todos aquellos que se estén planteando o hayan iniciado un reto importante en sus vidas, como la tesis doctoral en mi caso (lo cual no es para nada mi intención), sino que he pretendido ofrecer mi visión de los ingredientes necesarios para enfrentarnos a ellos, sean cuáles sean. El desarrollo de la paciencia, la definición de objetivos y el contar con apoyo social, nos permitirá ir recorriendo el camino que nos lleve a alcanzar la meta, aunque inicialmente no seamos capaces de verla.

Quisiera concluir ofreciendo el ánimo y el entusiasmo necesario para lograr todo aquello que nos propongamos en nuestra vida, pues “Para triunfar en la vida, no es importante llegar el primero. Para triunfar simplemente hay que llegar, levantándose cada vez que se cae en el camino”.