¿Sabemos convivir con los conflictos?

Si miramos a nuestro alrededor, podremos percibir que vivimos en un entorno cada vez más hostil y cargado de tensiones y confrontaciones. Es una pena que conflictos de todo tipo en las familias, los colegios, el trabajo, entre los políticos, los amigos e incluso en los niños, aparezcan y lo peor, se mantengan por periodos extensos. Es evidente por tanto, que las discrepancias son parte de nuestro convivir y lo más sano para cada uno de nosotros a nivel tanto físico como psicológico, es que sepamos gestionar los conflictos que surjan a nuestro alrededor y evitar así consecuencias mayores.

Pero, ¿nos enseñan?, ¿alguien nos ha explicado qué debemos hacer cuando nos vemos inmerso en uno de ellos?. Lo ideal sería que desde pequeños recibiéramos algunas nociones al respecto, pero lo único que hemos escuchado siempre de boca de nuestros padres es “evítalos”, sin marcarnos pautas concretas de actuación, las cuáles vamos adquiriendo a lo largo de nuestra experiencia vital tras haber sufrido sus nefastas repercusiones.

Por ello, y como base de toda discrepancia, es fundamental que analicemos sus tres componentes: las Personas que están implicadas (considerando sus emociones); el Proceso del conflicto, es decir, el momento en el que se encuentra, distinguiéndose entre la escalada (primera fase donde poco a poco se va acrecentando), el estancamiento (nivel máximo) y la desescalada (disminución); y el Problema en sí o los asuntos que lo han generado, debiendo distinguir entre las necesidades y los intereses de los involucrados.

Una vez que tenemos localizadas a las personas protagonistas del conflicto, el por qué de su existencia y los intereses, así como la historia de evolución del mismo, debemos hacer una autocrítica de nuestras emociones y de la posición que tenemos, es decir, de nuestro propio comportamiento y actitud. Si somos rígidos en nuestra postura y no mostramos cierta cooperación, será imposible gestionar el problema. Es imprescindible que seamos flexibles para escuchar las propuestas de la otra parte y que consideremos sus necesidades.

Considerando los estilos de gestión de los conflictos propuestos por Van de Vliert y Euwema (1994), no se puede destacar aquel que sea más conveniente porque las circunstancias de cada situación, que son la interdependencia entre los protagonistas (si hay objetivos comunes que los unan), el nivel de tensión (alta, media o baja) y el tipo de conflicto (orientado hacia la tarea o hacia las relaciones, siendo éstos últimos mucho más negativos), van a determinar un contexto específico en el que emplear un estilo u otro. La Evitación, el Servilismo, el Compromiso, la Dominación y la Integración, constituyen ese abanico de comportamiento que debemos usar según las circunstancias de forma flexible y racional para gestionar aquellos conflictos en los que podamos vernos inmersos:

-          Evitación: cuando el No acuerdo inmediato es menos costoso que el acuerdo.
-          Servilismo: ayuda a salvar la imagen del adversario y surgen problemas morales o de equidad.
-          Compromiso: las partes tienen un poder semejante y la negociación implica “repartir lo que hay” sin añadir más.
-          Dominación: se requiere una decisión rápida o los adversarios tienen dificultades para tomar decisiones o llegar a acuerdos por falta de preparación.
-          Integración: es necesaria la implicación de todas las partes en el acuerdo final, son temas complejos e importantes para todos y se negocia añadiendo más aspectos a repartir entre todos.

Con estas nociones sólo pretendo haceros reflexionar acerca de nuestro comportamiento en situaciones conflictivas con las que desgraciadamente nos encontramos a diario, pues como dice Werner Braun “El hombre no será sabio hasta que resuelva toda clase de conflictos con las armas de la mente y no con las físicas”.